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A miles de metros bajo la superficie, una expedición científica ha descubierto cañones submarinos nunca antes vistos y más de un centenar de posibles nuevas especies. Un recordatorio de que los mayores secretos del planeta todavía aguardan en la oscuridad de nuestros océanos.

Hay lugares en la Tierra tan remotos y hostiles que siguen siendo más desconocidos que la superficie de la Luna. Uno de ellos es el abismo oceánico, un mundo de presiones aplastantes, oscuridad perpetua y temperaturas glaciales. Es precisamente allí, frente a las costas de Chile, donde una reciente expedición científica ha descorrido el velo de un ecosistema que ha prosperado en secreto durante milenios.

A bordo del buque de investigación Falkor (too), del Schmidt Ocean Institute, un equipo de científicos se embarcó en una misión para cartografiar los fondos marinos de la Dorsal de Nazca, una vasta cordillera submarina que se extiende por más de 2.900 kilómetros. Lo que encontraron superó todas sus expectativas: un mundo perdido repleto de vida exuberante y, en gran medida, desconocida para la ciencia.

Un Descenso a lo Desconocido

El protagonista de estos descubrimientos ha sido el ROV SuBastian, un vehículo robótico submarino no tripulado capaz de sumergirse hasta los 4.500 metros de profundidad. Equipado con cámaras de alta definición y brazos robóticos de precisión, SuBastian se convirtió en los ojos y las manos de los científicos en la superficie, retransmitiendo en directo imágenes de un mundo que ningún ser humano había contemplado jamás.

A medida que el robot descendía por las laderas de los montes submarinos —gigantescas montañas que se elevan desde el lecho marino sin llegar a romper la superficie—, las imágenes revelaron paisajes de una belleza extraordinaria. Jardines de corales de aguas profundas, con formas que desafían la imaginación, se extendían como bosques alienígenas. Entre ellos, una fauna vibrante bullía de actividad.

El Catálogo de una Vida Nueva

El balance de la expedición es asombroso: los científicos han identificado más de 100 especies que podrían ser completamente nuevas para la ciencia. Entre los hallazgos más espectaculares se encuentran:

  • Corales látigo en espiral: Delicadas estructuras que crecen en patrones helicoidales, adaptadas a capturar nutrientes en las corrientes abisales.
  • Erizos de mar con púas de formas insólitas: Criaturas que parecen sacadas de una película de ciencia ficción, con defensas únicas desarrolladas en un entorno de depredadores desconocidos.
  • Estrellas de mar y ofiuras de colores vibrantes: Organismos que, a pesar de vivir en la oscuridad total, presentan pigmentaciones cuyo propósito es todavía un misterio.
  • Langostas "chicludas": Una especie de crustáceo ciego que se ganó su apodo por su peculiar apariencia y que es completamente distinta a sus parientes de aguas someras.
  • Anémonas y esponjas de cristal: Seres vivos que construyen sus cuerpos a partir de sílice, creando estructuras de una fragilidad y belleza sobrecogedoras.

Cada una de estas criaturas es una pieza de un rompecabezas evolutivo. Al vivir en el aislamiento de estos montes submarinos, han seguido caminos evolutivos únicos durante millones de años, convirtiéndose en especialistas de un ecosistema extremo. Estudiar su genética y su biología no solo ampliará nuestro catálogo de la vida, sino que podría revelar nuevas adaptaciones y compuestos bioquímicos con potencial para la medicina o la industria.

Proteger lo que Aún no Comprendemos

Este descubrimiento no es solo una victoria para la ciencia, sino también una llamada de atención urgente. La expedición ha demostrado que estos montes submarinos son "islas de biodiversidad", oasis de vida en la inmensidad del océano profundo. Sin embargo, son ecosistemas extremadamente frágiles.

Amenazas como la pesca de arrastre de profundidad, que arrasa el lecho marino con redes pesadas, o la incipiente minería submarina, que busca extraer minerales de estas formaciones geológicas, podrían destruir estos hábitats únicos antes incluso de que hayamos tenido la oportunidad de estudiarlos. Como señaló el Dr. Javier Sellanes, uno de los líderes científicos de la expedición, "estamos protegiendo lugares de los que ni siquiera sabíamos que existían".

El hallazgo coincide con un momento clave para la conservación marina. Mientras naciones como España avanzan en la creación de su primer Parque Nacional íntegramente marino (el Mar de las Calmas, en El Hierro) y el mundo negocia un tratado global para frenar la contaminación por plásticos, la revelación de estos "mundos perdidos" subraya la responsabilidad que tenemos de actuar.

La expedición a la Dorsal de Nazca nos recuerda una verdad fundamental: la era de la exploración en nuestro propio planeta está lejos de haber terminado. En la profunda oscuridad de los océanos aguardan no solo nuevas especies, sino también nuevas preguntas y, quizás, algunas de las respuestas sobre el origen y la increíble resiliencia de la vida en la Tierra.


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